BINGO 2313

por | NÚMERO UNO

La tía Irma insistió en exceso. Debió verme muy derrotada. Accedí y la acompañé a otra noche de bingo. Odio secretamente los juegos de mesa y la rugosa sensación de las fichas en mis dedos.

 La tía pasó por mí en su viejo Tesla color pastel y nos dirigimos al Bar Galaxia. Me impresiona lo inquieta que es ella. A sus 123 años se ve como si nada. Creo que le ha hecho muy bien su tercer trasplante de cuerpo. Le ha dado un nuevo brillo en la mirada, una vitalidad de la que yo carezco a mis 33 años y con mi cuerpo original.

 Mis amigos dicen que es una cosa de generaciones, que nosotros ya nacimos echados a perder, muy malcriados, etéreos. Tal vez por eso odio el bingo. No quiero tocar fichas con las manos y llenar una tableta en tercera dimensión, con numeritos que surgen aleatoriamente.

 Después de la ruptura con Félix no puedo ni siquiera sincronizar mis sentimientos con mi sistema, y eso que descargué la última actualización.