Siempre nos podemos sorprender de nuestro entorno

por | NÚMERO TRES

Jorge Rubio, Ocpatli, litografía, 2024.

Una característica sobresaliente, que nos da a los humanos un lugar especial entre las especies, es que generalmente no perdemos la capacidad de sorprendernos ante determinados sucesos, y esto nos lleva a recordar a Descartes en su Compendio de Música, texto de juventud que nos lleva a reflexionar sobre la posibilidad de que nos guste más una cosa que otra, en especial, lo que corresponde a las composiciones musicales.

Descartes es muy explícito a señalar la gran capacidad que tenemos para conmovernos por ciertos acontecimientos que se manifiesten en nuestra cercanía. Los sucesos que nos pueden sorprender no tienen que ser necesariamente a partir de grandes entes de la academia, las artes o la arquitectura. En el andar cotidiano de nuestros entornos del día a día, nos encontramos con elementos del paisaje que, por el hecho de verlos frecuentemente, no implica que ya no sean especiales para nuestros sentidos.

Regreso de mi trabajo en Ciudad Universitaria cotidianamente. Recorro dentro del campus caminos semejantes y veo cómo esos grandes magueyes cambian a lo largo de los años. De manera similar, cuando ya estoy conduciendo hacia mi casa, sobre avenida Churubusco, observo otros magueyes enormes que se encuentran bajo el sol cerca del Centro Nacional de las Artes. Los noto igual de majestuosos que los de la Universidad. En ambos, lo que más admiro es su quiote, la flor del maguey. No deja de sorprenderme ese poderío de la naturaleza para que la planta ponga toda su fuerza en esa estructura tan maravillosa cuyo objetivo, finalmente, es que la especie se reproduzca para que perdure su existencia.

Surge la pregunta: ¿qué sintieron los exploradores o visitantes extranjeros en siglos pasados, cuando llegaron a regiones mexicanas y presenciaron la flora con todo su esplendor? Espectáculo que desgraciadamente ya no podemos ver, solo imaginar. En contraparte, nosotras y nosotros podremos contar en un futuro cercano a los jóvenes cómo era la flora en las reservas ecológicas de nuestro país, en nuestra década de los años veinte, y aunque nos podamos apoyar de testimonio gráfico y de video, la descripción que les daremos será limitada. Seguramente, en ese futuro cercano, la tierra estará más arrasada. Nuestros jóvenes del futuro tendrán que seguir con la práctica de imaginar aún más de lo que nosotros ya lo hemos hecho.

Jorge Rubio, Mayahuel,
aguafuerte y aguatinta, 2024.

Como ejercicio historiográfico e iconológico, podríamos plantear lo anterior de manera inversa y hacer una revisión de cómo describían y se maravillaban en el pasado los que narraban aquel presente, de cómo remitían ellos a las descripciones del pasado. Con este proceso inverso se pretende en este escrito mostrar elementos iconográficos que fueron abordados con todo cuidado y con gran calidad artística, lo que nos pone de manifiesto el interés y la impresión que generó en los visitantes y artistas el maguey y su quiote.

En la década de los 70 del siglo xix en México, se publicaba la revista El Artista, que tenía como subtítulo Bellas Artes, Literatura y Ciencia, de entregas periódicas y con el estilo similar al de la revista francesa L’Art, Revue hebdomadaire illustrée, bajo la dirección Eugène Véron, publicada en París en los mismos años que la mencionada de México. En un fascículo de El Artista de 1874, el general Gaspar Sánchez Ochoa publicó en la sección de ciencia el artículo con el título El Maguey, en el cual describe las grandes cualidades de esta planta, así como el gran interés que despertaba en el extranjero, acompañado de una amplia descripción científica. Queremos destacar que Gaspar Sánchez nos remite a lo que visitantes y estudiosos de la flora mexicana expresaban respecto al maguey. Como ejemplo, señalamos lo que cita de José de Acosta en Historia natural y moral de las Indias, 1586, respecto a cómo fue su percepción:

El árbol de las maravillas es la clasificación exacta que merece la planta del Maguey en efecto su remoto y misterioso origen, su forma, su modo de vivir y morir, sus multiplicados productos, todo contribuye a que sea digno de ocupar un lugar muy distinguido entre la infinidad de plantas que forman la magnífica y admirable floral mexicana.

Esta descripción de Acosta es una muestra temprana del siglo xvi que nos permite entender que el maguey ocupaba una atención especial ante la mirada de los recién llegados. Los siglos pasaron y en muchas situaciones lo que impresiona al inicio deja de hacerlo más adelante. Pero no fue este el caso del maguey y su quiote. Del siglo xix tenemos expresiones del arte europeo que dan una idea directa de que esta planta no dejaba de ocupar un lugar en el centro de atención.

En este contexto, damos paso a mostrar algunos casos de autores europeos que recurrieron a expertos de la gráfica para que ilustraran obras donde el maguey y su quiote ocuparon lugares importantes. Se mostrarán dos casos, uno británico, otro italiano.

Santiago Robles, cuaderno de apuntes, 2018.

William Francis Ainsworth (1807-1896), publicó la obra All round the world: an illustrated record of voyages, travels and adventures in all parts of the globe, bajo el sello de Collins, London & Glasgow, en 1875. William fue un cirujano, geógrafo y geólogo británico, vivió en Londres y París, participó en misiones de ayuda organizadas por la Royal Geographical Society y la Society for Promoting Christian Knowledge. Viajó a Asia Menor, Mesopotamia y Siria, exploró las montañas del Kurdistán y llegó a Estambul pasando por Armenia. A partir de 1841, Ainsworth participó como editor de varias revistas como Ainsworth’s Magazine, Bentley’s Miscellany y New Monthly Magazine. Fue miembro fundador de la Royal Geographical Society y la Society of Antiquaries.

De sus exploraciones en Medio Oriente publicó Researches in Assyria, Babylonia, and Chaldea (Londres, 1838) y Travels and Researches in Asia Minor, Mesopotamia, Chaldea, and Armenia (Londres, 1842). La edición de All round the world: an illustrated record of voyages que es la que aquí nos interesa, muestra su interés en la vida social y privada de diversas etnias, donde describe la geografía, ciencia y

naturaleza de múltiples regiones de América, Asia y África. En su obra, solo a países que consideró especiales les dedicó un capítulo, y este fue el caso de México, concretamente “Mexico an the Mexicans, with an account of ascents of the peaks Popocatepetl and Orizava”, ahí describe principalmente las características de la región central del país e ilustra el capítulo con nueve grabados, de los cuales, dos muestran la belleza del maguey y su quiote. Ainsworth convocó a artistas entre los que se encontraba L. Rouyer, de quien no tenemos información, pero el grabado que ahora presentamos nos transmite de manera impecable la belleza de la planta en cuestión.

L. Rouyer, 1842.

En el mismo capítulo de la obra, Ainsworth presenta un grabado de León Jean Baptiste Sabatier con el título Gateway of St. Antonio.

Léon Jean-Baptiste Sabatier fue un artista francés (1827-1887). Tuvo múltiples colaboraciones con otros artistas, entre ellos Joseph Schranz (uno de los tres hijos del pintor Anton Schranz (1769-1839)). También trabajó con Adolphe Jean-Baptiste Bayot (1810-1871), litógrafo y pintor francés, que dedicó parte de su producción al grabado de episodios de diversas guerras ambientadas en Italia, México o Kinburn, así como batallas marítimas.

Léon Jean-Baptiste, 1842

Luciano Biart (1828-1897). Publicó el libro Avventure di un naturalista al Messico, bajo el sello de Lombarda, en 1877. Nació en Versalles. En 1846 se trasladó a México por intereses personales. Alrededor de 1855, decidió estudiar medicina en Puebla, después se estableció en Orizaba, donde se casó con una francesa. Ahí se quedó a vivir. Biart permaneció en México hasta 1865 y abandonó el país debido a la situación política que se estaba generando y que le hicieron temer posibles represalias de los liberales. Pasó el resto de su vida en Francia, donde murió en 1897.

Durante su estancia en Orizaba no perdió oportunidad de realizar exploraciones zoológicas y arqueológicas en las regiones tropicales veracruzanas. Parte de sus experiencias en México las publicó en la prestigiosa Revue des Deux-Mondes.

Instalado nuevamente en Francia, publicó su Avventure di un naturalista al Messico, casi de inmediato se publicó una edición española en 1869, pero fue la italiana, editada por Paolo Carranza, la que se ilustró con 158 láminas de la autoría de Léon Benett (1839-1916). Es una fortuna que Luciano Biart pudo convocar a Benett para ilustrar su obra, este gran pintor e ilustrador francés fue de los preferidos para hacer lo propio con gran parte de las obras de Julio Verne, así como obras de Victor Hugo, León Tolstoi, Thomas Mayne Reid, André Laura y Camille Flammarion, entre otros.

Las ilustraciones de Bennett son una gran aportación a la iconografía del paisajismo mexicano y en particular mostramos aquí dos. La primera aparece en el capítulo xx, acompañando una narrativa de los exploradores donde expresan su sorpresa al llegar a zonas totalmente cubiertas de cactáceas. Parte del texto que se comparte con la lámina, es el siguiente:

Trepé un montecito, y mis miradas recorrieron aquel vasto horizonte. Nunca un cambio tan radical podía producirse en tan pocas horas en ningún otro país. Nada de árboles, nada de arbustos, nada de césped. Por todas partes cactus afectando veinte formas diversas -redondos, rectos, cónicos, aplastados- pareciendo que se complacían en tomar los aspectos más extraños para desafiar a la imaginación. (p.223)

Léon Benett, 1880.

La segunda lámina es del Capítulo xxii:

A doscientos pasos más allá terminaba el verde valle y quedamos perdidos en medio  de los cactus. Luciano se encarnizó contra las lagartijas, y Gringalete [el perro] creyó dar una prueba de inteligencia corriendo delante de él, de manera que espantaba la caza. p. 245

En ambas imágenes se puede apreciar la firma en plancha de Léon Benett, no sabemos si conoció en vivo un maguey ni su quiote, pero lo que sí se aprecia es que logró captar la esencia de la belleza de las plantas que le describió

Léon Benett, 1880.

Finalmente, no se puede dejar de mencionar que la obra de Luciano Biart tuvo un recibimiento tan bueno en México, que existieron dos ediciones en español en el siglo xix. La primera fue a través de entregas para la revista La enseñanza, editada por Nabor Chavez y Mariano Lara, publicada durante los años 1872 a 1876. Los derechos de las imágenes de Bennet fueron pagados en esta publicación. Posteriormente, para 1882 sale a la luz el libro completo Aventuras de un joven naturalista en México, bajo el sello de Librería de la Enseñanza. Algunas de las imágenes usadas en este texto, corresponden a estas publicaciones.

Santiago Robles, Tepepan, cuaderno de apuntes, 2023.