SOBRE «SE REPARTIERON EL PASTEL»

por | NÚMERO UNO

CHRISTIAN BARRAGÁN

Entre los meses de diciembre de 2021 y abril de 2022, el artista Santiago Robles realizó la obra Se repartieron el pastel por invitación del Museo Banco de México; con esta comisión, Robles formó parte de la Quinta edición del Programa  Arte / Billete / Maculatura / Refines / Diseño. En compañía de 45 obras de otros tantos artistas más, esta obra conformó la exposición Desdoblamientos que permaneció abierta al público de marzo a julio de 2023 en las salas del mismo recinto. Se repartieron el pastel se diferencia de las demás por ser una obra que reúne dos géneros populares de la pintura: paisaje y costumbres, a la vez que un estudio histórico sobre la vida cotidiana y también un libro de artista con criterios formales a la manera de un códice prehispánico. Quizá, como el artista mismo ha declarado, Se repartieron el pastel se trata más de un documento que de una obra de arte, según la jerga habitual. O bien, es ante todo un acto de defensa civil. Veamos.

De acuerdo con su autor, Se repartieron el pastel es un códice que narra el periodo neoliberal mexicano, el cual consistió en la erosión de un Estado de bienestar social en aras de entregar los recursos y la soberanía nacional a una voracidad política-empresarial que no conoció de fronteras. A partir de esta premisa, puede revisarse el aspecto de la pintura de paisaje. Para ello, téngase en cuenta los materiales empleados en la elaboración de la obra misma en relación con lo que éstos implican (además de las imágenes generadas): tintes de añil, grana cochinilla y pericón obtenidos artesanalmente, y maculatura y refines (fallos de impresión y orillas sobrante de corte) de billetes de $50, $100, $200 y $500 pesos emitidos por el Banco de México que fueron realizados industrialmente.

Una panorámica veloz muestra un paisaje que contempla la economía desde el auto-empleo que manufactura pigmentos naturales, hasta el valor que ostenta con autoridad el Estado por medio del papel moneda; los valles y campos de cultivo donde se cosechan por igual maíz, mariguana, frijol y amapola; algunas referencias a la historia del arte intencionales, una reinterpretación parcial de un mural de José Clemente Orozco y otras azarosas debido a la vorágine de imágenes en que coexistimos, como pudiera ser la Gran ola de Kanagawa de Hokusai alterada en una ola de dinero, pasando por Tío Rico McPato de Walt Disney Company y la pintura prehispánica, (en especial la del centro de México); también el paisaje interior e invertido relatado en parte por Ramón López Velarde en su poema épico Suave patria, oculto a la vista de todos en las entrañas y superficie de la tierra y compuesto por la explotación de carbón, petróleo, plata, zinc, cobre, litio, agua y más. Y claro, en ese paisaje también vemos en la octava y última sección la gran montaña-pirámide-pastel que señala el título.

 

codice, se repartieron el pastel

En la trasposición de sentidos que favorece la abundancia de recursos de una obra como ésta, queda la posibilidad de renombrar el proyecto desde un aspecto exclusivamente formal de la pintura y decir (y mirar) cómo se repartió el paisaje, desde el cielo mitológico hasta el inframundo mineral.

Luego está el asunto de la pintura de costumbres, que en este caso se actualiza en el examen visual y escrito de algunos hitos que han determinado la actualidad de México; en las ocho secciones en que se despliega la obra (y también en los comentarios que el propio artista escribió para acompañar la lectura de su obra y que están disponibles en su página web), Santiago Robles hace énfasis en el TLCAN, la presidencia ejercida en conjunto por el Partido de la Revolución Institucionalizada y el Partido Acción Nacional desde 1988 hasta 2018, la estafa billonaria a través del Fondo Bancario de Protección al Ahorro, el fraude electoral del 2006, el llamado Narcoestado, la extinción del organismo público descentralizado de Luz y Fuerza del Centro, la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, entre otros hechos más.

La pintura de costumbres ha sido considerada particularmente significativa en Latinoamérica, donde ha fungido como objeto de expresión y estudio en los procesos de construcción, consolidación y modernización de una identidad nacional; en este sentido, la obra de Santiago Robles ha seguido esa misma intención. Como en toda pintura de costumbres, los personajes de la composición están bien definidos. En ese desfile de ocho tiempos aparece Cipactli (de quien se dice es un monstruo feroz de la mitología mesoamericana, creador de la tierra, mitad cocodrilo y mitad pez, criatura eternamente hambrienta, con 18 cuerpos unidos entre sí por una boca que no para de devorar todo cuanto considere su alimento), figura temible tanto en la ficción como en la realidad, en el relato antropológico como en el juego de Monopoly, ese juego de mesa que El Economista ha descrito como “una auténtica oda al capitalismo” donde “cada jugador compite por ser el más rico, pero sobre todo, por arruinar a todos los demás, pues se pueden comprar calles, casas, hoteles, la compañía del agua y de la luz, estaciones de tren y todavía más, lo peor que te puede pasar es pagar impuestos… y hasta puedes llegar a librarte de la cárcel si pagas”.

Nuevamente, en la permutación de sentidos de esta obra, los personajes de Tío Rico McPato, Cipactli y Sr. Monopoly parecen devenir en el mismo protagonista de la representación verídica de un trabajador en paro que se hace millonario (Charles Darrow, originario de Filadelfia, nacido en 1889 y muerto en 1967), y que en la actualidad resulta una historia de fantasía, de terrible ensueño, que hace de epílogo al capitalismo.

Contigua y estrechamente ligada a la pintura de paisaje y de costumbres, está la Historia de la vida cotidiana en México que se ha dado a la tarea de relatar Santiago Robles en numerosos proyectos artísticos, editoriales y literarios, incluyendo Se repartieron el pastel. Si bien, la serie de trabajos que llevan este nombre corresponde a los seminarios, publicaciones, tesis y artículos históricos que la Dra. Pilar Gonzalbo Aizpuru, del Colegio de México, ha desarrollado individual y colectivamente desde 1998, las inserciones que ha realizado Santiago Robles coinciden y abonan en el mismo resultado: “un esfuerzo colectivo que busca abrir caminos para la comprensión de lo cotidiano en todas las épocas de nuestra historia”.

codice, se repartieron el pastel

Desde la creación de revistas (Viento en vela, 2006-2011; Nota al pie, 2010-2013; Quiote, 2023) y editoriales (Malpaís Ediciones, 2012) a la gestión cultural (donde destaca el rescate y promoción de la obra y trayectoria del artista, fotógrafo y diseñador gráfico Rafael López Castro, nacido en Degollado, Jalisco, en 1946) y la escritura de textos críticos que repasan el legado de otros creadores, como sucede con el artista y editor, pionero en muchos ámbitos del pensamiento contemporáneo, Felipe Ehrenberg (Ciudad de México, 1943 Morelos, 2017) o con el artista, gestor cultural y activista social Francisco Toledo (Ciudad de México, 1940-Oaxaca, 2019).

En cuanto respecta a la obra Se repartieron el pastel, Santiago Robles ha creado un documento que testifica su propio relato de los hechos allí expuestos; ahí conviven por igual su educación visual formal y no formal (la historia del arte junto a los dibujos animados con los que creció viendo en la televisión, en los medios impresos y hasta en los videojuegos durante los años ochenta, noventa y dos mil), su opinión política expuesta sin ambages ante el periodo neoliberal mexicano, “el más oscuro, sangriento y corrupto de nuestra historia” en palabras suyas y su manifiesto de creación artística. El colofón de la obra es en sí mismo una acción de ética social al referir puntualmente las condiciones de trabajo en que se ejecutó la obra, los materiales, tiempo y colaboraciones que fueron necesarias para su hechura y el reconocimiento a los involucrados.

La serie, Historia de la vida cotidiana en México, tiene el cometido de “mirar nuestro pasado de una manera distinta”, recurriendo para ello al relato y a las microhistorias. La práctica artística de Santiago Robles es la construcción transdisciplinar de su propio relato de los hechos, sean éstos culturales, históricos, económicos, científicos o de cualquier otra ín-dole, que enlaza una amplia secuencia de microhistorias en las que colabora con otros agentes y que expone abiertamente, con un tono seco y mordaz. El protagonista de ese relato es un narrador de voz superpuesta que describe, desde su experiencia, su acontecer ciudadano en una sociedad de la cual reclama su participación activa.

En ese decir, por último, hay que subrayar el lugar que ha elegido Santiago Robles para enunciar (y enunciarse): el libro de artista en formato de códice. Sin duda, su formación académica y desempeño profesional en el diseño gráfico, su labor editorial mencionada antes y su inclinación por comunicarse críticamente de manera escrita, han influido decisivamente en su predilección por el libro y, dentro de este campo, por el libro de artista en especial. Pero también deben tenerse en cuenta los modelos que, consistentemente en el tiempo, ha valorado a través de la labor de López Castro, Ehrenberg y Toledo, pues todos ellos practicaron la edición y manufactura de libros como una herramienta de cambio social.

codice, se repartieron el pastel

Sumado a esto, está emparejado su interés por las culturas nativas de Mesoamérica, en las cuales el códice ocupa un sitio angular. Esta herencia la asumió el artista desde casa, en el ámbito familiar, en donde la figura tutelar del abuelo etnólogo y antropólogo Guillermo Bonfil Batalla (Ciudad de México, 1935-1991) ha sido determinante.

La elección del libro de artista en formato de códice viene también de los libros infantiles para colorear, de los cuales el artista conserva algunos ejemplares intervenidos por él de la colección Letra y Color, (publicados por Ediciones el Ermitaño durante los años ochenta) y en la cual se reunían antologías de poemas y juegos verbales en conjunción con reproducciones en blanco y negro de obras de arte de todos las épocas, de un grabado de Durero a pictogramas mexicas, y de las tiras cómicas norteamericanas y mexicanas (desde entonces su gusto por la caricatura, en su doble intención formal del dibujo y de escrutamiento social). Una de esas revistas para colorear podría muy bien definir la actividad de Santiago Robles en el libro de artista, en su versión contemporánea del códice, se trata de Escribir con imágenes de 1984 y que lleva por subtítulo Antiguos nombres mexicanos para iluminar.

Previo a Semilla de Sol (2014), su primer libro de artista en formato de códice, realizó otros libros de artista en los cuales exploró con otros materiales, encuadernaciones y técnicas; sin embargo, a partir de esa obra-libro ha persistido en asentar un mismo lugar desde el cual enunciar su relato y posicionar su práctica a la manera de los antiguos tlacuilos que escribían con imágenes.

Como aquellos, Santiago Robles ejerce la escritura y la edición; pinta y elabora códices y murales (“Patria impecable y diamantina”, se lee en su obra Alarde de 2017) con el propósito implícito de historiografiar su presente en el devenir compartido en sociedad. Eso intenta ser Se repartieron el pastel, una oportunidad explícita de dialogar con los demás.

Mural, Patria

 

Pies de foto
Santiago Robles, Se repartieron el pastel, tintes de añil, grana cochinilla y pericón, y maculatura y refines de billetes de $50, $100, $200 y $500 emitidos por el Banco de México, 20 × 160 cm, 2022.

Santiago Robles, Alarde, mural realizado con vecinos de la colonia Buenos Aires de la Ciudad de México, 2017. Ver obra completa en YouTube bajo el título: “Patria, impecable y diamantina”