Con cariño y gratitud para Caro, Karen, Xoch, Samuel, Joaquín y Alek
Entre los retos históricos que ha enfrentado la Ciudad de México está el de acercar los derechos humanos y sociales a las poblaciones más vulnerables, sobre todo en las zonas identificadas con un mayor índice de marginación, así como en las que tienen altos índices delictivos, por lo cual la administración 2018-2024 implementó los Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (PILARES), hoy Subsistema de Educación Comunitaria (SEC). Integrado por 300 centros comunitarios, el SEC Pilares consolida una estrategia territorial para el ejercicio del derecho a la educación, el arte, la cultura, el emprendimiento y la capacitación para el trabajo, con acceso libre y gratuito a toda la población, especialmente a las personas jóvenes (de 15 a 29 años) y a las mujeres.
Se puede hablar de los logros de Pilares desde la perspectiva institucional, documentada en los informes de gobierno y por las evaluaciones existentes, cada una con sus propios parámetros; sin embargo, y por fortuna, son espacios que buscan tocar algo más que indicadores gubernamentales, ya que, desde la vivencia, han implicado abrir el corazón y saber que sus sinergias marcan la vida de las personas, y esta vivencia habla de sus logros de forma más contundente que cualquier cifra.
El primer Pilares abrió sus puertas en enero de 2019, y para marzo de 2020 había 115 espacios funcionando a toda marcha con la consigna de facilitar el acceso los derechos sociales y humanos a todas las personas. Pero no hay regla que valga en cuanto a destino y designio, y cuando la pandemia llegó, los centros vibrantes de actividad, tuvieron que cerrar sus puertas debido a las medidas de confinamiento.
Lo que parecía ser una simple pausa, se transformó en casi un año y medio de incertidumbre y preocupación, la sensación de desandar el camino se hizo presente. ¿Cómo reforzar y consolidar uno de los proyectos más nobles del Gobierno de la Ciudad de México para hacer del espacio público un lugar para todas y todos, en medio de una crisis global? Con la recomendación de “Quédate en casa”, porque estaba en juego la vida misma, ¿cómo seguir presentes en el día a día de quienes acudían a los Pilares?
Se volvió urgente trascender la soledad y comunicar con la certeza de que la comunidad seguía vigente, solo había que dotarla de nuevas formas para que recuperara su voz. Fue así que surgió Pilares en línea, sin más trámite que la voluntad y el deseo de acortar el aislamiento para mantener la presencia de la colectividad que se estaba reencontrando antes de la contingencia sanitaria.
Con la simpleza de un clic y el deseo de superar el aislamiento, este nuevo formato permitió que la comunidad se mantuviera unida, adaptándose a la nueva realidad. La dinámica era muy simple, —bastante normalizada actualmente— y consistía en transmitir, por los canales institucionales disponibles, las actividades, asesorías y talleres que, previo a la pandemia, se ofertaban de forma presencial.
No se estaba descubriendo el hilo negro, sin embargo, en ese contexto sí era un ejercicio innovador para las actividades que se desarrollaban, que a todas luces nunca se planearon con la necesidad de aprender y enseñar desde casa. Poco a poco se fueron sumando las voces, los rostros y los saberes de quienes se aventuraron a iniciar transmisiones con un tímido y trémulo: ¿me escuchan? sin más recursos que la computadora o el teléfono celular y el internet, las más de las veces inestable.
Así fue que talleres como Bordado de Tenango, gastronomía, dibujo, diversidad sexual, lengua de señas, náhuatl, robótica, asesorías de ciencia, ajedrez, matemáticas, entre muchos otros, se transmitieron con sobrada emoción y cierto candor.
De los alcances de las transmisiones y las anécdotas sobre las condiciones en que se llevaron a cabo, pueden dar testimonio las redes que, en este caso por fortuna, guardan esos primeros pasos que dieron talleristas y docentes para retomar la construcción de ese puente. Pilares en línea permitió llegar a diversos estados y países no como un ejercicio de masas, sino como un proceso de acompañamiento mutuo, porque la comunidad se reunía en torno a Pilares, y estos a su vez, debían su existencia a la comunidad misma.
El objetivo no era el reflector, ni “romperla” en redes, ya que se estaba fraguando un proceso de comunicación–identificación, en el que, por un lado, la comunidad reconocida a sí misma como poseedora de saberes, apostó al proceso social, cimentado en las calles, barrios, colonias y, por otro lado, la necesidad de continuar el trabajo educativo y acompañar la vida de las personas durante el encierro, de forma tal que se pudiera prescindir del espacio físico de encuentro. Así, se trascendió a un sentido de pertenencia que estaba más allá de los muros y las puertas de Pilares.
Así de grande era el reto, porque si bien en un principio la invitación era para que la comunidad se apropiara de los espacios, en esta etapa en redes, y ante la imposibilidad del recurso físico, comunicar educativamente implicó propiciar el reencuentro, ahora en el ciberespacio.
Se requirió de un equipo capaz de asumir el compromiso de transmitir en condiciones técnicas poco favorables, pero con la convicción de que no se trataba de un ejercicio para redes, ajeno y vacío, acumulador de reacciones sin eco; comunicar se volvió un acto de fe, para fortalecer el aprendizaje colectivo en uno de los momentos históricos más sensibles, en los que pareciera que, paradójicamente, la comunidad abrazaba, arropaba las individualidades dando tregua a la tensión entre la libertad como individuos y la anhelada seguridad que brinda la colectividad.
En aquel contexto, la consigna fue clara: Pilares en línea debía existir, porque la suma de los esfuerzos y voluntades lo demandaba, porque el momento histórico era precisamente ese, en el que desde un ejercicio de gobierno se estaba pugnando por hacer del espacio público un bien común que permitiera recuperar el tejido social y reconociera, por un lado, las necesidades y por el otro los saberes de los que son poseedoras todas las personas, aun en la adversidad.
En total hubo más de 2 mil transmisiones, cápsulas y videos generados durante el periodo de la pandemia, sin contar las sesiones alternativas organizadas por la propia comunidad, porque dichosamente, quien diseñó sus propias rutas y caminos para mantenerse vigente, sin que mediara la directriz de nadie desde la institución, sino el deseo de resistir y acompañar.
Pilares en línea, desde la vivencia, implicó asumir que la transformación social no es un asunto de acarreo de masas, foto del recuerdo con trending incluido, sino el reconocer que los procesos sociales requieren su tiempo y se cuecen a fuego lento, lejos de la parafernalia, en sintonía con la comunidad y su sentir.
Pies de imágenes:
- Carteles diseñados por talleristas y docentes para la difusión de sus actividades en línea
- Cojín realizado en el taller Bordado de Tenango, Pilares en Línea, durante el periodo de pandemia, por la usuaria Amarantha Guerrero.