ANTONIO PLIEGO
A lo largo de la historia, salvo algunas excepciones, el artista tiende a ser un rebelde contra el status quo social. Cada generación tiene, de algún modo, su propio grito, en todas las ramas del arte, los considero la punta de lanza hacia nuevos modelos de pensamiento y de expresión; sin embargo, aparece una “regla” entre una generación clásica y una anti-academia, cada una se rebela contra la anterior. La gran pregunta es ¿qué pasa hoy?
No hay en estos días una escuela o un movimiento definitivo que marque a las generaciones jóvenes, tenemos una preciosa revoltura de estilos y de géneros. Lo único que hay, con consenso mínimo, es la caída del arte conceptual. Me gusta el diálogo entre las diferentes propuestas, desde un regreso al hiperrealismo, hasta el arte gráfico.
Me llama la atención los nuevos modelos que son más terrenales y no tan perfectos como en épocas pasadas, donde las figuras eran impolutas; la inclusión LGBTQ+ y, por último, el deseo de formar un nuevo mundo con las raíces históricas, tratando de conciliar la modernidad con la antigüedad.
En todo ello, noto un cambio de valores en los que imperan grandes diferencias. Al final del día, hay un grupo de valores que no son negociables. Esta disyuntiva entre lo firme y lo utópico ha enriquecido, tal vez sin querer, el pensamiento actual. No en balde, la rama filosófica de moda es la ética. Por principio de cuentas, hay valores éticos que no han cambiado y otros que entran en conflicto con nuestro estilo de vida actual. El arte y sus expresiones se han visto enriquecidos con ese diálogo, por supuesto, cuando es conversación y no imposición.
Uno de los grandes problemas es la sobrepoblación y, al mismo tiempo, la disminución de la tierra útil para cultivo, que suele entrar en conflicto con los modelos tradicionales de producción agrícola. Tal vez México sea punta de lanza, por un lado, somos rabiosamente conservadores y por el otro, somos defensores de la modernidad. Considero que es el momento de encontrar balances entre las diferentes propuestas.
Es correcto que “sin maíz no hay país”, puesto que es uno de los elementos más importantes, si no el más, de la dieta de nuestro país, y aquí empieza uno de los grandes problemas nacionales, no somos autosuficientes en el grano básico más importante, pero somos la reserva genética más grande de maíz, entonces ¿cómo podemos lograr esa autosuficiencia largamente anhelada?
Empieza la lucha y el dilema que los jóvenes artistas plantean hoy en día, cayendo en los terrenos de la ética nos hace preguntarnos ¿qué es más importante? ¿conservar la tradición o aceptar la modernidad y dar de comer al pueblo? Antes del siglo XXI era raro ver alguna pieza de arte con referencia al maíz, salvo que fueran paisajes, muchos de ellos extraordinarios. Tampoco era común la representación de deidades prehispánicas y mucho menos que se consideraran la parte central de una obra. Visito Guanajuato, me acerco a las galerías y talleres de grabado, en todos lados hay serigrafías, litografías, xilografías con el maíz como elemento central, me asomo al Jardín de San Jacinto, igual, una vuelta por Coyoacán, lo mismo; entro a un departamento de un joven o de una pareja joven y con seguridad en algún lado encuentras una pieza ad hoc.
Observo a través del arte, una veneración en otras culturas hacia nuestro alimento sagrado, lo más interesante es cómo se conversa con esas piezas cuando al lado hay una bocina de diseño ultramoderno, unos muebles que bien podrían tener la firma de la Bauhaus, y se platica con una bebida netamente comercial. Entonces recuerdo el caso de los Tesla, “yo no dejo huella de carbón, mi auto es cien por ciento eléctrico”, ¡ah, caray!, tu auto tiene litio en sus baterías, plástico en su carrocería; en interiores, cobre, aluminio, acero y hule… por todos lados hay huella de carbono. Éticamente, sienten que hacen lo correcto, pero ¿no será más bien una forma de sentirse bien consigo mismo?
Dejemos un momento la ética y concentrémonos en el arte, comenté en un párrafo previo. La gran diversidad de propuestas que tenemos hoy en día es asombrosa, como lo es la cantidad de estilos y escuelas que podemos encontrar.
Me recuerda un poco al inicio de los movimientos vanguardistas de principios del siglo XX, añadiéndole corrientes como el pop art, el op art, nuevo hiperrealismo, nuevo nacionalismo, nuevo academismo; en fin, tantas corrientesen un mismo momento son fantásticas. Los nuevos Maestros que estoy siguiendo tienen estilos diferentes, tienen personalidad, usan sus obras para expresar toda una gama de sentimientos, nuevas paletas y formas de observar que sorprenden, algunos van más lejos incorporando elementos poco comunes en sus obras: semillas, mezclas de colores, pigmentos y texturas y una temática completamente diferente.
Los modelos son personas comunes, ya no se busca un físico perfecto para plasmarlo en una obra. La arquitectura, sin dejar el brutalismo, tratando de ser más amable con el ambiente; la escultura buscando y adaptando materiales nuevos. En resumen, están haciendo historia.
Por otra parte, noto una gran frustración. Jóvenes engañados, engatusados y soberbios. Piensan que la academia es una estupidez, que se nace con las cualidades para ser artista y solo un poco de práctica es lo necesario; piensan que abstraer es fácil y por ende cualquiera lo puede hacer, piensan que lo figurativo es relativo, que todo es función de mercadotecnia para destacar en este medio, que los críticos son un montón de escritores comprados, que si los cuestionas no sabes nada. Sin embargo, llegan a la dura realidad de querer exponer o vender sus piezas, y se enfrentan a un rechazo general. Nunca he puesto en duda que uno de los grandes logros de la humanidad es la libertad de expresión,
que en especial los artistas deben de gozar de ella. Lo malo es cuando no tienes la capacidad de expresarte adecuadamente y ello conduce a una sumatoria de errores.
El conflicto del arte empieza en su definición y en su interpretación personal, de acuerdo con el DRAE, el arte es “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginario con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Primero es una actividad humana, con sus virtudes, defectos, errores de cada individuo, después se interpreta lo real. Cada uno vive una realidad personal y una colectiva, somos individuos y al mismo tiempo animales sociales, se plasma lo imaginario: sueños, viajes oníricos y no tan oníricos, regresamos a todos somos diferentes, y bien, lo difícil, lo peligroso, con “recursos”, palabra de moda hoy en el sentido económico.
La palabra recursos tiene un sentido más amplio que el económico. Un sinónimo aceptado es capacidad, y esta palabra, a su vez, tiene la acepción de conocimiento y experiencia. Conflicto número uno: conocimiento. El conocimiento es parte integral de cualquier profesión, no podemos imaginar ponernos en manos de un médico que no sepa anatomía, sería suicida, o volar un avión sin conocer sus partes básicas y sus mecanismos, sería suicida; construir un edificio sin conocimientos mínimos de estructuras y de resistencia de materiales que además de ser suicida, terminaríamos por matar a unos cuantos.
Creo que en el arte lo más básico en el caso de la plástica es el dibujo, si no has dibujado en tu vida, pretender hacer una obra es… ¡suicida! La mejor definición de “experiencia” se la debo a mi padre; “a la suma de todas las pendejadas que haces, se le llama experiencia”, cuando uno entra al mercado laboral, uno de los requisitos comunes es “experiencia comprobada” en el ámbito plástico. En el manejo de su carrera y de sus obras, hay personas sumamente talentosas, con gran capacidad, pero malos para llegar a su objetivo. Basta ver los concursos de pintura y escultura de diferentes instituciones para darse cuenta. Los grandes artistas son los que cuentan con los recursos para hacer lo que les dé la gana. El público los entiende sin necesidad de rollos ni explicaciones personales o de admiradores, porque al final del día el objetivo último es expresar una realidad, una idea o un sueño y ser comprendido.
Ser comprendido… ¿Por quién?, ¿para qué?, ¿cuándo?
Así podemos seguir preguntando. Una de las características más básicas para que una obra sea considerada una “gran obra de arte” es la universalidad. Hemos diluido y rechazado el concepto de universalidad hasta el cansancio, el extremo es el conceptualismo. Hemos perdido la capacidad de asombro, hemos perdido el concepto de belleza, hemos perdido la capacidad de comunicación, cada día llega una cantidad de información impresionante, verídica y falsa. Llega un grupo de influencers que dicen qué es bueno y qué es malo, qué vale la pena y qué no; qué necesitas en tu presentación para ser exitoso y qué no.
Por desgracia el arte no se salva, hoy la palabra de una persona influyente en el medio propulsa o frena carreras sin tomar en cuenta un panorama general. Es más cómodo que otros piensen por nosotros a cuestionarnos. Retomemos el tema de la universalidad. A lo largo de la historia, la humanidad ha producido piezas increíbles, sorprendentes, maravillosas y que en todas las culturas y todos los tiempos son reconocidas como tales, desde las matronas prehistóricas, los murales de Altamira, pasando por los leones y grifones asirios, los fantásticos templos y tumbas egipcias, Grecia y ese maravilloso culto por el cuerpo y las proporciones perfectas; Roma continuando el legado griego con unos mosaicos inigualables. Otro lado del mundo, China y su cerámica, su pintura en seda, sus trabajos de tallado en madera, marfil, cantera y piedras semipreciosas, África subsahariana, esculturas en ébano, marfil y barro; América, olmeca, inca, maya, tolteca, azteca y muchos más; Europa y el Renacimiento.
Todos eso conmueve, nos atrae, nos inspira algún sentimiento, sin necesidad de cédulas ni textos. Muchas de las obras de esos periodos, (y a todos me refiero a la humanidad en conjunto), es el Gran Arte.
Me pregunto; ¿qué comentarán los historiadores y estudiosos del arte dentro de cien o doscientos años del arte actual? Seguramente el filtro estético y universal tamizaría a una gran mayoría, el filtro del momento histórico salvaría a algunos más, y el resto, ¿qué será de ellos?. ¿Serán una generación que se necesite rescatar?, tal vez sí, como la generación anterior a la ruptura que estaba fuera de los canales oficiales del muralismo y de las preferencias de políticos y empresarios de esos tiempos, con grandes artistas minimizados y destrozados por la crítica implacable y “conocedora”. No creo que pasen por ahí mientras el día a día de estas generaciones dependa de la opinión de influencers, críticos, curadores, museógrafos, directores de recintos. Dudo que lleguen y con mucha pena.
Nuestro arte, ¿es universal o local?
Pies de foto
Jimena Schlaepfer, Sin título, tinta china, 2024.
Jimena Schlaepfer, La danza del tetecho, tinta china, 2024.
Jimena Schlaepfer, Asiento de suegra, tinta china, 2024.
Jimena Schlaepfer, Del subsuelo al cielo, tinta china, 2024