LECCIONES Y CONSECUENCIAS POLÍTICAS DE LA CRISIS ECONÓMICA DE 2008

por | NÚMERO CERO

HÉCTOR RODRÍGUEZ

INTRODUCCIÓN

Con motivo de la quiebra de grandes bancos en Estados Unidos ha vuelto la preocupación en torno a los rescates del gobierno hacia el sector financiero. No es para menos: la gravedad de la crisis internacional de 2008, con origen en el sector inmobiliario de Estados Unidos, fue de tan profundo calado que para muchos analistas implicó la materialización del fin del neoliberalismo como tal. Lo anterior se debe a diversas razones:
          1 La más obvia consistió en que, para legitimar el rescate de deudas privadas socializando las pérdidas, se anunciaron medidas de regulación del sector que estaban en contra del discurso de autorregulación del mercado.
          2 Menos obvias, aunque de mucho mayor envergadura, fueron las medias que se tomaron no tan públicamente: los capitalistas descubrieron que en efecto eran vulnerables ante otros capitalistas y decidieron que se requerían barreras donde antes todo eran libres fronteras; una parte de los recientes conflictos geopolíticos por el control de los mercados y las tecnologías de energía se gestó en ese momento.
          3 Porque la crisis implicó también la agudización de los conflictos populares que ya se venían gestando en toda la época neoliberal. La acumulación del descontento generado por la desigualdad y la constatación del contubernio entre los gobiernos y la banca implicado en los rescates propició el arribo de outsiders políticos, en general de derecha, que canalizaron el descontento con la globalización hacia discursos xenófobos y de espíritu totalitario. No se trata sólo de Trump ni de Boris Johnson: lo más probable es que las actuales protestas contra Macron en Francia no alimenten a la izquierda socialdemócrata, sino al fascismo abierto de Marine Le Pen.
          Asistimos, pues, a un conflicto extraño en el que la globalización retrocede no sólo por luchas populares, sino también porque sectores de capitalistas abrazan opciones políticas nacionalistas de derecha, frente a intereses transnacionales de otros capitalistas, lo que entraña riesgos políticos enormes, pero también oportunidades que han permitido que opciones más populares encuentren espacio para crecer y para sostener modelos diferentes de desarrollo.
          En el presente ensayo se pretende dar cuenta de algunos riesgos y oportunidades asociados al manejo del crédito por parte de los gobiernos de Latinoamérica en la coyuntura actual. Para ello primero se presentará la tendencia de la deuda pública y privada en un conjunto de países, a efecto de constatar cuál es el grado de control del sector financiero alcanzado después de 2008; posteriormente, se adelantarán dos casos sintomáticos del cisma ideológico que siguió a la crisis, para finalmente exponer el caso de México como una singularidad de lo que – nunca hay que confiarse- parecen lecciones aprendidas.

DOMANDO —O NO— AL SECTOR FINANCIERO

La gráfica 1 presenta la evolución del promedio de deuda privada y de los gobiernos centrales (como indicador del comportamiento de la deuda pública), con información de 159 países en dólares de 2023, de acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Una primera vista deja claro que, tras un periodo de estabilidad entre 1995 y 2002 aproximadamente, la deuda privada no ha abandonado su tendencia al crecimiento exponencial, mientras que la deuda de los gobiernos centrales parece haber sorteado la crisis de 2008 sin tanto aspaviento; de hecho, posteriormente se observa un breve periodo de relativa estabilidad entre 2010 y 2015. Los crecimientos observados en ambos componentes de las deudas nacionales en 2020 y 2021 tienen su origen evidente en la pandemia.

Gráfica 1. Evolución del promedio de deuda privada y de gobiernos centrales entre 1960 y 2021 (miles de millones de dólares de 2023).

Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial (2023) sobre el PIB a dólares constantes de 2023, y del Fondo Monetario Internacional (2021) sobre el porcentaje de deuda privada y de los gobiernos centrales con respecto al PIB.

Pero por supuesto la anterior lectura es parcial, porque por un lado el promedio de deuda es empujado por los países desarrollados, con montos de deuda equivalentes a la economía completa y agregada de muchos otros países, de modo que es más adecuado entender qué ha ocurrido con la posición relativa de la deuda frente al producto interno bruto (PIB) de cada país, lo que se muestra en la grafica 2.

Gráfica 2. Evolución del promedio de porcentaje de deuda privada y de gobiernos centrales con respecto al PIB entre 1960 y 2021.

Fuente: elaboración propia con datos del Fondo Monetario Internacional (2021) sobre el porcentaje de deuda privada y de los gobiernos centrales con respecto al PIB.

La lectura ahora tiene diferentes matices. Por un lado, puede apreciarse que en realidad, como promedio, la deuda de los gobiernos centrales fue dominante para las economías nacionales entre 1983 y 2005; que ese comportamiento no se aprecie en la gráfica 1 es resultado de la dominancia en cuanto al monto de PIB de los países desarrollados con respecto a los endeudados en vías de desarrollo. Por otro lado, la crisis de 2008 no sólo incrementó la deuda de los gobiernos centrales, sino que cambió la tendencia global de la deuda pública, que transitó de un periodo en que habían recobrado control sobre sus recursos a un nuevo debilitamiento. Debe notarse, además, cómo el crecimiento del promedio de porcentaje de deuda pública es más acelerado que el de la deuda privada en las postrimerías de 2008, indicando la magnitud de los rescates financieros otorgados. Finalmente, debe señalarse que el incremento en el porcentaje de la deuda con respecto al PIB en 2020 es más agudo que en la gráfica 1, lo que se debe a que, en el indicador de porcentaje [(deuda/PIB)*100)], tanto aumentó el numerador del indicador (la deuda en sí) como disminuyó el denominador (el PIB). La tendencia cambia en 2021, justamente porque el PIB en el conjunto de países se recuperó más de lo que incrementó la deuda ese año.
         Pero, si ya habíamos transitado por un periodo más agudo de deuda pública, ¿por qué ahora se argumenta que es una crisis de mayor magnitud? En primera instancia, por la ya mencionada composición diferente de los países endeudados: si antes era el tercer mundo, ahora son también Estados Unidos y Europa. Pero más importante: la deuda privada continúa siendo sumamente alta y la lección de 2008 fue que no existían mecanismos adecuados para su control en el libre mercado; de hecho, ni siquiera se tenía conciencia de la necesidad de esos mecanismos. La sorpresa sobre la magnitud de lo acontecido fue tal que nos lleva al siguiente apartado de la exposición: propició una fractura ideológica muy mal disimulada en el aparato dominante.

LOS LENTES ROTOS DEL NEOLIBERALISMO… Y DEL ALTERMUNDISMO

Como en el cliché de que “los doctores nunca saben bien qué tiene el enfermo, pero siempre saben exactamente de qué murió”, existen hoy numerosos estudios que explican lo ocurrido en 2008, aunque en esencia actualizan (y por tanto poco aportan) el modelo de las crisis financieras: a partir de una situación relativamente estable, en el sector financiero se genera una competencia entre bancos y otras instituciones ofertantes de crédito que las impulsa a otorgar préstamos progresivamente de más alto riesgo; conforme la deuda general crece, lo hace también la cartera vencida hasta poner en riesgo los fondos de ahorro que constituyen una muy pequeña parte del capital especulativo ya comprometido en préstamos. Esa situación es la burbuja económica, que revienta cuando, ante una perturbación, una masa crítica de ahorradores pretende recuperar sus inversiones al mismo tiempo, en tanto que la incapacidad de algunos bancos para hacer frente a esa exigencia muestra el poco respaldo de las inversiones y se genera una escalada de desconfianza que, como bola de nieve, barre el polvo de la especulación para mostrar el desastroso panorama de la realidad.
       En el caso concreto de 2008, la estabilidad consistió en las sostenidas bajas tasas de interés. El actor prioritario de creación de la burbuja fue el pujante sector inmobiliario de Estados Unidos (aderezado con la incorporación de múltiples instituciones no bancarias otorgantes de crédito), mientras que la base de la masa crítica se hizo más crítica con el gigantesco ahorro provisto por China y su dinámico crecimiento.
       Pero, estimado lector o lectora, si le parece a usted que esta explicación es demasiado simple como para que nadie se haya percatado antes de que la burbuja reventaría, no se apure, le acompañan en esa apreciación una bonita cantidad de estudiantes de Economía de Harvard que en 2011 protestaron por el evidente fracaso del modelo que se les enseñaba. Se trata de estudiantes de la élite de Estados Unidos que insospechadamente se pronunciaron contra “el vacío intelectual y la corrupción moral y económica de gran parte del mundo académico, cómplices por acción u omisión en la actual crisis”.
       Lo anterior es más que sólo una anécdota de juventudes privilegiadas, es un síntoma de la debacle mediática sufrida por el muy constatable hecho de que ni uno solo de los grandes economistas de la época pudo prever la magnitud de la crisis. Ahora bien, debe reconocerse que, a pesar de que simbólicamente perdieron fiabilidad, los ideólogos neoliberales continúan con el control de los medios de comunicación, por lo que permanecen en una posición dominante en la opinión pública… salvo por el hecho de que la grieta está ahí y todos y todas la ven todo el tiempo.
       Pero el cisma también afectó a organizaciones antineoliberales. En particular, fue evidente el debilitamiento que sufrió el movimiento ambientalista, el cual se presumía como el candidato más prometedor para levantar la estafeta de una lucha mundial por un mundo mejor que había dejado el socialismo tras la caída del Muro de Berlín y la URSS. La progresiva complejización científica, discursiva y de práctica alcanzada por el ambientalismo lo había llevado a ser el principal agente antagónico del capitalismo, con nexos con movimientos de reivindicación étnica en Latinoamérica, África, Asia e incluso en algunos países desarrollados, como Canadá y el propio Estados Unidos. El movimiento ambiental estableció vertientes que explicaban -sin dejar lugar a dudas- cómo el capitalismo es el responsable principal no sólo del cambio climático y otros problemas ambientales que amenazan a la humanidad entera, sino también de la injusticia social al interior y entre países.
       Bastó la crisis de 2008 para mostrar que aparentemente había otras prioridades. Por más que se hubiera avanzado en la construcción de opciones políticas, los partidos verdes (los verdaderos, no el penoso que tenemos en el país) sucumbieron en todo el mundo ante discusiones políticas de la derecha más extrema y de izquierdas moderadas, que decidieron que tenían suficiente con tratar de conservar siquiera los derechos sociales básicos, como la educación, la salud o las pensiones. A nivel internacional el Protocolo de Kioto (moderado, liberal, completamente insuficiente y todo lo que se quiera) permitió la movilización de mucha gente e imaginarios en torno a un problema común, aunque hoy esté por completo muerto y es bastante transparente que las cumbres climáticas no arreglan casi nada. El correlato popular es, desgraciadamente, que también se perdió el ambientalismo como referente… o al menos como referente central.
       No fue el único movimiento antagónico perdedor, las reivindicaciones altermundistas basadas en reivindicaciones étnicas también retrocedieron. El único movimiento social masivo y no partidista que permanece con combustible aparentemente inagotable es el feminismo, pero el punto es que se abrieron espacios para la construcción de algo nuevo… para bien o para mal.

2008 EN EL CONTEXTO DE LATINOAMÉRICA

La crisis tomó a los gobiernos del llamado primer ciclo progresista en una posición ventajosa, pues los precios de los commodities aún permanecían altos, pero condicionó que su posterior debacle profundizara la deuda y comprometiera con ello los avances en la política social. La moraleja evidente fue la necesidad de alejarse de los modelos extractivistas de desarrollo, no sólo por sus altos costos ambientales y sociales, sino precisamente por su vulnerabilidad frente a vaivenes internacionales de todo tipo: toda crisis termina con coletazos al sector primario de exportación.
       La crisis de los commodities, junto con una política de endeudamiento que no se esperaba esta baja abrupta de los precios de las exportaciones, el muy eficiente manejo mediático de las oligarquías -poseedoras absolutas de los medios de comunicación-, así como errores operativos y la traición de sectores aliados de derecha -que evidentemente traicionarían, pero que queda poco claro que hubieran sido también indispensables para que la primera ola progresista se lograra- llevaron a una contraofensiva de derecha que, mediante golpes blandos o elecciones (o ambos, como en Brasil), recuperó el poder.
       Tres problemas graves enfrentaba la derecha latinoamericana para conservar el poder que tan tramposamente había retomado: 1) ya habían privatizado buena parte de lo privatizable desde el siglo pasado; 2) la competencia para bajar salarios para atraer inversión extranjera fue demasiado severa y ya no tenía tanto espacio de maniobra para conservar pobres, pero con empleo y 3) no tuvo los enemigos internos que tienen los países desarrollados (migrantes… o sea, nosotres, pues). Así las cosas, la fórmula que le quedaba para atacar la crisis estaba condenada a fracasar: recorte de programas sociales, desregulación de la inversión privada (que ni así llegaba), incremento de impuestos generales (el IVA) y de la base poblacional que paga impuestos (combate a la informalidad), así como represión para controlar los descontentos que las otras medidas evidente y rápidamente generarían.
       El problema es que el nuevo espacio dejado por la derecha es reacio a dejarse recapturar por una izquierda electoral que también generó desencanto, además de que la derecha parece estar avanzando en la construcción de una masa popular facha con la excusa del único enemigo interno que les queda y que, ante la dificultad que plantea el hecho de que ese enemigo no estaba desacreditado, intentan dibujar o caricaturizar mediáticamente: izquierdosos, abortistas, ideólogos de género, inútiles que sólo estiran la mano para que les den todo y, encima, morenos. No se crea que no, no hay que ser ingenuos, pues, efectivamente, están avanzando en beligerancia.
       En México la situación tuvo sus diferencias con el modelo planteado. En principio, no teníamos un gobierno de izquierda, sino su contrario. Calderón sorteó parcialmente la crisis gracias a los altos precios del petróleo, pero inició también una carrera de endeudamiento público que no terminaría sino hasta que Videgaray se retiró de la Secretaría de Hacienda de la siguiente administración, la de Peña Nieto. Como no brillaron en originalidad, las opciones de política pública de Calderón y Peña tenían las mismas limitantes que las del resto de la derecha latinoamericana, de ahí los esfuerzos por el control del gasto público llevados a cabo por ambos gobiernos. Ahora bien, si la izquierda mexicana no sufrió el descrédito que en otras latitudes los medios endilgaron a los gobiernos progresistas, ¿es eso lo único que explica que ahora tengamos una posición más cómoda frente a las alternativas electorales de derecha? La respuesta es no, pues hay lecciones aprendidas y principios de política financiera que convierten la experiencia actual mexicana en un referente, a saber: 1) el modelo de desarrollo económico no se está sustentando en políticas extractivistas, sino en el crecimiento del mercado interno, de hecho, la idea de recuperar la soberanía energética no sólo pasa por alcanzar la autosuficiencia en la producción de gasolinas, sino también por disminuir las exportaciones de crudo; y 2) un compromiso férreo por no contratar deuda, mantenido incluso en medio de la pandemia de COVID y en contra incluso de aliados ideológicos relevantes, como Gerardo Esquivel, que insistía en que podía aceptarse un endeudamiento de alrededor de 2 puntos porcentuales del PIB con tal de apuntalar a las pymes. La propuesta de Esquivel parecía razonable cuando se pensaba que la emergencia duraría algunos meses, pero esa deuda no sería después sostenible. El planteamiento de que la recuperación ulterior sería más acelerada gracias a ese endeudamiento parece también desmentido por la actual fortaleza de la moneda, así como por la atracción de inversión extranjera directa, amén de que siempre, respecto a los países que adquirieron deudas tremendas en la pandemia, deberíamos preguntarnos lo siguiente: ¿cuánto del crecimiento económico alcanzado gracias a ese endeudamiento se queda realmente en sus países?… ¿y en quiénes?
       Hay muchas cosas que ameritan una discusión amplia en la presente administración. En términos económicos siempre hay riesgos en las inversiones generadas, además de que necesariamente hay visiones encontradas sobre hacia dónde quisiéramos dirigirnos. Puede discutirse todo lo que se quiera sobre los peligros de los megaproyectos o su inevitabilidad frente a un aparente vacío de alternativas; puede discutirse cómo es que se dará la transición energética, con qué se financiará, hacía qué tecnologías apuntar, cuáles impactos son menos deletéreos, qué modelos de desarrollo rural pueden sostenerse y cómo implementarlos… en fin, prácticamente todo puede ser colocado en entredicho.
       Pero debería estar bastante claro que se ha recuperado la capacidad de decidir el futuro gracias al compromiso por no incrementar la deuda, y a las reestructuraciones recientemente negociadas para descargar un poco las finanzas públicas de los onerosos pagos de intereses. Debería ser claro también que es fantástico poder discutir sobre el futuro, es la primera vez que es materia de discusión en al menos medio siglo y esto se debe a que, por el momento, vamos ganando.

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REFERENCIAS

1. Banco Mundial (2023). gdp (current us$). R. E. Disponible en: <https://api.worldbank.org/v2/en/indicator/NY.GDP.MKTP.CD?downloadformat=Excel>

2. Fondo Monetario Internacional (2021). Private Debt, Loans and Debt Securities, All Country Data. R. E. Disponible en: <https://www.imf.org/external/datamapper/PVD_LS@GDD/SWE?year=2021>.